NO HAY RESPUESTAS

13 Nov

 

Las preguntas se van a quedar sin respuestas. Ellas y ellos se las llevan consigo a la Nebulosa del Silencio. Los demás nos quedamos mirando un cuadro con sabor a pesadilla y a asfixia de deseos de seguir viviendo.

Es tiempo de asistir a una tragedia inspirada en el implacable dominio del calendario.

No hay respuestas. El mundo se convierte en un tobogán de ideas encontradas que amenazan con rebelarse contra lo “organizado y estable”.

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Se levantó momentos después de que ella salió a su paseo matinal. Se sentía “iluminado” por lo que en su mente era la solución definitiva a los problemas que, en silencio, le atormentaban desde que le dijeron que estaba enfermo.

Había una alternativa a morir poco a poco, salpicando de dolor a los que le rodeaban.

Se puso la ropa de trabajo y se dispuso a realizar la última tarea cotidiana de su vida.

Eligió el árbol más apropiado de su huerta; subió por la escalera a la rama idónea para atar la soga; se puso el lazo al cuello y, en silencio, buscó el suelo y la nada.

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Era el recaudador del Ayuntamiento. En Julio estalló la guerra y él no era del bando que controlaba la zona.

Se lo llevaron preso y se negó a pagar las 500 pts de fianza que le pedían para volver a su casa. Consideraba que no había cometido ningún delito, sólo que sus ideas no coincidían con las de los nuevos mandatarios. Al fin, le soltaron (su familia tenía alguna influencia) pero perdió su trabajo. Un día oyó los tiros de los soldados que hacían “maniobras” en las montañas de su pueblo. También oyó hablar de desaparecidos y fusilados.

Alguien le escuchó susurrar que la noche anterior había encontrado la solución a sus “pesares”.

Se miró al espejo y se cortó el cuello. Después, con sus propias manos intentó agrandar la herida. Su agonía duró más de cuatro horas.

Decían que era muy inteligente…

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Había vuelto a su casa para pasar el verano. Se le notaba meditabunda y triste, pero ¡era tán joven! ¡Ya se le pasaría!

Una mañana salió de su casa con ropa deportiva.

La estuvieron buscando varios días. La encontraron en el fondo de un barranco cercano a su casa.

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Pensaba en él y alternaba el deseo de venganza con el de llamar la atención. Sorbió un trago de aquella sustancia señalada con una calavera en la etiqueta. No le gustó lo que sintió y escupió parte de la poción.

Murió al mes, después de una terrible agonía.

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Recordaba la agonía de su hijo y anticipaba la que le esperaba a él. Decidió salir de caza por última vez y cogió su escopeta.

Lo encontraron con la cabeza destrozada…

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Se lo llevaron lejos de su tierra como un trofeo más de guerra. Lo único que decía con cansina insistencia era «¡Vacaguaré! ¡Vacaguaré!»

Se negó a comer. Murió de tristeza y hambre antes de ser entregado a sus dueños.

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Seis muertes, seis historias diferentes. ¿Qué se siente en el momento justo en que se toma la decisión de quitarse la vida?

Cobardía, valentía, inconsciencia,… ¿Quién puede saberlo? ¿Quién se atreve a juzgar?

 

El Paso, 24 de Agosto de 1998

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